martes, octubre 19, 2004

¿Dónde está Berta?

le pont du neuf de Eugene Bejot



y siguen naciendo los personajes...

¿Dónde está Berta? Hace días que no sé nada de ella, ni una llamada, ni un encuentro casual en el puente que cruza al otro lado de la ciudad (aunque la casualidad no sea la mejor aliada de nuestras coincidencias sorprendentes). No sé nada de Berta y eso me extraña. Ayer di una vuelta por la ciudad con la esperanza de encontrarme con ella pero no había ni rastro de sus grandes ojos azules en ningún portal, en ningún escaparate de esos que tanto le gusta mirar durante horas. Nadie ni nada pudo decirme si ella había pasado por aquella calle, ni las porteras ni los gatos ni los niños que jugaban a las estatuas de sal en el parque. ¡Dónde estás, Berta, dónde estás? Si me dejo llevar por mi imaginación desenfrenada puedo ver a Berta enferma, ccon un pijama a rayas y el termómetro en la boca, sudando bajo el peso de dos o tres mantas. También podría ser que Berta estuviera en el río, en el fondo, pero no, eso es imposible, le gusta demasiado esta vida y detesta tanto el tacto de las algas. Quizá se cayó por la escalera y yace inconciente en el rellano, pero no, ya se sabe que las malas noticias tienen alas en los pies. Una depresión, un viaje repentino, la muerte de algún amigo suyo de ésos que viven en Alemania o en Grecia o en Hungría y Berta saliendo disparada hacia la estación de tren o el aeropuerto, con apenas cuatro cosas en la maleta, un funeral relámpago y un paseo por el casco antiguo de otra ciudad que no es la suya y una tristeza de Piscis como sólo sabe vivirla Berta, con un café, unas cartas releídas con lágrimas en los ojos y un luto invisible que pesa demasiado, adiós amigo, adiós. Imagino demasiado sobre Berta, estoy seguro de que su ausencia tiene una explicación más simple y mundana, pero siendo ella como es puedo esperarme cualquier cosa por más inverosímil que parezca. Ayer pasé por su apartamento y no estaba, la portera me dijo que llevaba ya unos cuantos días sin verla pero que ya se sabe, estos artistas son tan raritos. Y yo no lo quité la razón, porque Berta jamás es predecible, siempre anda de arriba a abajo atareada en las cosas más dispares. Un curso de Tai Chi, ese libro que nunca termina de escribir, que si un concierto en el que actúa Germán o Irina o ella misma haciendo coros, una tertulia en el café de Antoine a las ocho menos cuarto, un paseo por el bois de bologne en un día de rayos y truenos, lanzar piedritas al Sena o sentarse en cualquier terraza para contar las palomas o escribir una poesía. Berta, la de las mil caras, Berta-cabeza-inquieta-y-corazón-enorme, Berta la niña que sonríe cunado llueve y no hay paraguas. ¿Dónde estás, Berta, dónde estás?

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