miércoles, febrero 23, 2005

El oráculo y los encuentros con los libros



Oráculo

Está escrito que los que no tienen futuro
no pueden conocer su futuro.
Por piedad los que no tienen futuro no pueden conocer su futuro.
Pero tú no eres un desheredado, tú tienes futuro,
tú ya sólo tienes futuro.

Entre los dioses se derraman los granos de sal,
las nubes se dispersan en formas cada vez más caprichosas,
chocan contra la pared los huesecillos marcados,
en el carcaj cada una de las tres flechas da en el blanco,
sube en lentas espirales el humo de la carne quemada,
las gotas de cera caliente arremolinan la superficie del agua,
arde la cabeza de burro y los demonios están a punto de hablar,
chisporrotean las hojas de laurel,
le quitan la venda al niño y el espejo se llena de presagios.

Escucha cómo estallan en la palma de la mano unos pétalos de rosa.
Mira cómo entre el anillo de Numa Pompilio en la copa de agua;

mira cómo el gallo salta en el círculo de trigo.
Mira, la semilla de amapola cae sobre las brasas
y se retuercen las vísceras de tu peor enemigo.
Observa cómo el reo lentamente mastica asustado pan de cebada.

Todo está escrito para ti.
No hay mancha o movimiento
que no sea una tenue o fugaz línea de tu libro.
El relámpago mismo es una de ellas.
Todo, absolutamente todo, es huella tuya.
Dondequiera que estés, estás en Delfos, estás en Dodona.
Cuanto toques o veas o respires es un libro, un solo libro.

Todo está escrito para ti.
Tu sueño no se queda encerrado en la noche.
En tu noche ya amaneció, en tu noche ya es de día,
hay siempre un gran sol en tu noche.
La mujer embarazada lee el temblor de la llama en el agua.
En el altar de sacrificios pican el hígado.
Ya es ayer y mañana y hoy y toda tu vida.
Relinchan los caballos
y las entrañas del pescado.
La tormenta no desperdicia sus rayos.
Suenan ya las marcas adornadas con plumas.
Los muertos escuchan cada pregunta tuya
con sus enormes orejas de ceniza.
La serpiente se mueve estirando el metal de sus anillos
y escribe lo que también está escrito en las letras de tu nombre
y en el vuelo de las aves.

Mírate en todos estos espejos.
No hay nada que no sea sombra tuya.
No hay nada que no se parezca a tu sombra:
un libro abierto al azar,
las cartas con su escalonada sorpresa,
el Y King,
las llamas que mantienen su verdad como un número,
las líneas de la mano que repiten las líneas de la mano,
el golpe exacto de los dados,
la vara de avellano que nos acerca al manantial,
el dedo que tal vez cae como una flecha sobre este verso.

Octavio Armand
Caracas, 14 de junio 1984




No eres tú quién encuentra un libro, es el libro el que te ha perseguido durante largo tiempo. Siempre al acecho, ha seguido cada uno de tus pasos , ingenuo lector, y ha esperado el momento idóneo para posarse disimuladamente ante tus ojos, en el rincón oscuro de tu estanteria. Ha esperado la ocasión propicia para dejarse caer en tus manos, dejándote creer que tú lo has elegido hace un par de horas en la librería de viejo del barrio gótico. Ha susurrado a tu oído las embriagadoras primeras palabras, te ha tendido un puente hacia ese otro mundo del que nada sabes excepto unas pocas frases por estallar y un título poco convencional y algo encriptado. Y tú, lector, te has sentido algo drogado. Has creído caer en el trance dulce de ese primer capítulo, has caído en la tentación y quedarás para siempre condenado, aunque tú ni lo intuyas, maldito y condenado al hechizo de sus palabras venenosas. Entonces ese libro quedará pegado a ti por los siglos de los siglos, a veces será un severo y fatigoso lastre, a veces será un buen compañero de viaje y sabio consejero. Si tienes valor, intrépido lector, quizá algún día reúnas la suficiente fuerza como para quemar el libro, lo deseaste más de una vez durante el camino. Si eres astuto y llegas a dominar el arte del silencio, quizá llegues a oír su mensaje secreto, puedas entender qué significan sus laberintos de tinta, aprendas a leer entre sus líneas. Pero no importa, lector, cuál sea el destino de tu libro y , dicho de paso, tu destino. No importa que lo quemes, que lo recites en voz alta antes de ir dormir, que tritures cada una de sus páginas y anotes estúpidas ideas y dibujitos sonsos en los márgenes arrugados. Lo único importante es que, tal vez, un día como hoy, abras aquel libro mientras baila cualquier pregunta grave en tu cabeza. Abrirás a ciegas por una página cualquiera y dejarás caer el azar de tu dedo sobre cualquier lugar, en cualquier letra. Abrirás los ojos y mirarás, curioso, y entonces podrás leer la respuesta de tu oráculo preciosamente encuadernado. Quizá el azar te depare algunos versos como estos:



Él proclama, "soy tu amigo",
que no tienes protector".
A causa de su gran compasión, vive como si abrazara el mundo entero.

¡Oh, maestro!, eres tan compasivo
y cariñoso y dispuesto a actuar
amorosamente sin pereza
¿qué otro es parecido a ti?

Eres el protector de todos los seres vivientes,
el benefactor del mundo entero
Los seres se derrumban porque
no buscan tu protección.

Incluso asistes a los más menesterosos
si han adoptado correctamente tu enseñanza.
Aparte de ti
nadie conoce estas enseñanzas beneficiosas.

Tú has comprendido verdaderamente
todos los factores externos o poderes.
Porque ellos no han adquirido los poderes internos,
las personas corrientes, permanecen sujetas al sufrimiento.


fragmento del Varnarha-varnastotra

domingo, febrero 20, 2005

El sometimiento de la mente

1.- En Busca del Toro

¡Solo en el desierto, perdido en la jungla, el muchacho busca y busca! Las aguas enervadas, las montañas lejanas y el camino interminable... cansado y en desesperación, no sabe dónde ir, solamente escucha los pájaros vespertinos cantando en el bosque.

La inspiración para este primer paso, el cual es la búsqueda del toro, es sentir que las cosas no están completas, que falta algo. Ese sentimiento de pérdida produce dolor. Buscas lo que sea para que la situacion sea correcta, y descubres el intento del ego de crear un ambiente ideal es inaceptable.

en busca del toro

2.- Descubriendo las Huellas

Por la corriente y bajo los árboles, dispersas, están las huellas del perdido; la hierba dulce crece tupidamente – ¿ha encontrado él el camino? No obstante en los cerros distantes, a lo lejos, la bestia deambula, su nariz alcanza los cielos y nada puede esconderse.

Entendiendo el origen encuentras la posibilidad de trascender el dolor. Esta es la percepción de las Cuatro Nobles Verdades. Ves que el dolor resulta de los conflictos creados por el ego y descubrir las huellas del toro, que son las marcas profundas del ego en todos los juegos y eventos. Más bien que en la fe ciega, te inspiras por las conclusiones obvias y lógicas. Esto corresponde a los caminos Shravakayana y Pratyekabuddhayana.

descubriendo las huellas


3.- Percibiendo el Toro

El muchacho encuentra el camino por el sonido que escucha; con lo cual ve en el origen de las cosas, y todos los sentidos están en un armonioso orden; en todas sus actividades, el orden y la armonía están presentes. Es como la sal en el agua y la pega en el color, [está ahí, como entidad individual, aunque no los distingamos]. Cuando el ojo es propiamente dirigido, él encontrará que eso no es otro que él mismo.

Te sobrecoges al percibir el toro y entonces, porque ya no es más un misterio, te preguntas si realmente está ahí; percibes la cualidad insustancial. Cuando comienzas a aceptar esta percepción de no-dualidad, te relajas, porque ya no tienes que defenderte de la existencia de tu ego. Entonces puede darte el lujo de abrirte y ser generoso. Comienzas a ver otra forma de tratar con tus proyecciones y esa es la felicidad en si misma, el primer nivel espiritual de la obtención del Bodhisattva.

percibiendo al toro


4.- Cogiendo al Toro

Perdido largamente en el desierto inhóspito, el muchacho, al fin, ha encontrado al toro y ha puesto sus manos en él, pero debido a la presión del mundo exterior, es muy difícil mantener al toro bajo control. Él constantemente añora los pastos dulces. La naturaleza salvaje todavía está sin gobernar y rehúsa totalmente desgajarse. Si el pastor desea ver el toro completamente en armonía con él mismo, seguramente tiene que usar libremente el látigo.

Al vislumbrar al toro, encuentras que la generosidad y la disciplina no son suficientes para tratar con tus proyecciones, porque todavía no has trascendido completamente la agresión. Tienes que reconocer la precisión de los recursos diestros y la simplicidad de ver las cosas como son, conectadas al desarrollo completo de la compasión. La subyugación de la agresión no puede ser ejercida en una estructura dualística – se requiere una dedicación total en el camino compasivo del Bodhisattva, o sea, el desarrollo de la paciencia y la energía.

cogiendo al toro


5.- Domando al Toro

Una vez que el toro se ha capturado, el sometimiento del toro se logra por la precisión de la consciencia panorámica meditativa y el látigo astuto del conocimiento trascendente. El Bodhisattva ha logrado los actos trascendentes (paramitas) no vivir en nada.


domando al toro


6.- Llevando al Toro a Casa

Ya no hay más ninguna pregunta que buscar. El toro (la mente) finalmente obedece al maestro y llega a ser la actividad creativa. Esta es la penetración al estado de iluminación – el Vajra – como el Samadhi del Undécimo Bhumi. Con la apertura de la experiencia de Mahamudra, la luminosidad y el color del mandala llega a ser la musica que guía al toro a casa.

llevando al toro a casa


7.- La Trascendencia del Toro

Inclusive esa felicidad y color llegan a ser impertinentes. El mandala Mahamudra de símbolos y energías se disuelve en Maha Ati a través de la ausencia total de la idea de la experiencia. No hay más toro. La sabiduría loca ha llegado a ser más y más aparente y tú totalmente abandonas la ambición de manipular.

la trascendencia del Toro


8.- Ambos, el Toro y el ‘Yo’, Trascienden

Esta es la ausencia de ambos la lucha y la no-lucha. Es la imagen desnuda del principio primordial del Buda. Esta entrada en el Dharmakaya es la perfección de la no-vigilancia – no hay más criterio y el entendimiento de Maha Ati, como la última etapa, es trascendida completamente.

ambos, el Toro y el Yo , trascienden



9.- Alcanzando el Origen

Dado que hay esa libertad e ingenuidad y la ausencia total de temor, el juego o la participación de las sabidurías es un proceso natural. El origen de la energía, que no necesita ser buscado, está ahí; o sea, que ere rico en lugar de que te has enriquecido por algo. Porque hay una ternura básica como también un espacio básico, la actividad del Buda de la compasión está viva y también toda la comunicación es creativa. Es el origen en el sentido de ser un tesoro inextinguible de la actividad del Buda. Esto es, entonces, el Sambhogakaya.

alcanzando el orígen



10.- En el Mundo

Nirmanakaya es el estado del despertar completo de estar en el mundo. Su acción es como la luna reflejándose en cientos de vasijas de agua. La luna no tiene deseo de reflejarse, pero esa es su naturaleza. Este estado trata con la tierra y su simplicidad final, trascendiendo subsecuentemente el ejemplo de cada uno. Es el estado de ‘colapso total’ o ‘perro viejo’. Destruyes lo que necesita ser destruido, subyugas lo que necesita ser subyugado, y cuidas de lo que necesita tu cuidado.


en el mundo

sábado, febrero 19, 2005

un muro de metacrilato


telarañas en las costuras

Te echo de menos,
la cama revuelta,
ese zumo de naranja
y las revistas abiertas.
Y en el espejo
ya no encuentro tu mirada
no hay besos en la ducha,
ni pelos, ni nada.
Y entre nosotros,
un muro de metacrilato
no nos deja olernos
ni manosearnos.
Y por las noches
todo es cambio de postura
y encuentro telarañas por las costuras.

Lo mismo te echo de menos, lo mismo
que antes te echaba de más.

Si tú no te das cuenta de lo que vale,
el mundo es una tontería
si vas dejando que se escape lo que más querías.

Si tú no te das cuenta de lo que vale,
el mundo es una tontería
si vas dejando que se escape lo que más querías.

Echo de menos
el crujir de tus tostadas
sentir por el pasillo
tu gato que araña.
Y en mi camisa
llevo tu aroma preso,
y el rojo de tus labios por el cuello.
Y entre nosotros,
un muro de metacrilato
no nos deja olernos
ni manosearnos.
Y por las noches
todo es cambio de postura
y encuentro telarañas por las costuras.

Lo mismo te echo de menos, lo mismo
que antes te echaba de más.

Porque si tú no te das cuenta de lo que vale,
el mundo es una tontería
si vas dejando que se escape lo que más querías.

(Llora que tú tienes que llorar hasta llenar la cantimplora
con aquellas lagrimitas por lo que más querías)

Si tú no te das cuenta de lo que vale,
el mundo es una tontería
si vas dejando que se escape lo que más querías

Kiko Veneno

lágrimas del alma

martes, febrero 15, 2005

Algo más de Borges

Borges

Fragmentos de un evangelio apócrifo


3. Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.

4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.

5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.

6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.

7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.

8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a si mismo. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.

10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.

11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha esta en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.

12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.

El Cristo de San Juan de la Cruz - Salvador Dalí


13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.

14. Nadie es la sal de la tierra, nadie, en algún momento de su vida, no lo es.

15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.

16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.

17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que el cree justa, no tiene culpa.

18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.

19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.

20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.

24. No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.

Buddha - www.danielasabina.com


25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.

26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.

27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.

28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.

29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.

30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y este, de la tristeza y del tedio.

31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.

32. Dios es mas generoso que los hombres y los medirá con otra medida.

33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.

detalle de la Creación de Adán de Miguel Ángel


34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar . . .

39. La puerta es la que elige, no el hombre.

40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.

41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena...

47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.

48. Felices los valientes, los que aceptan con animo parejo la derrota o las palmas.

49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.

50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.

51. Felices los felices.


, fragmento extraído de "Elogio de la sombra" de J.L.Borges


detalle de la Capila Sixtina

San sebastián, el mártir


sábado, febrero 12, 2005

No te salves


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino

y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

M.Benedetti

Mario Benedetti

viernes, febrero 11, 2005

Así habló Zarathustra



la crucificción - Katarina Monnier

¡Oh hombre! ¡Presta atención!
¿Qué dice la profunda medianoche?
«Yo dormía, dormía, -
De un profundo soñar me he despertado: -
El mundo es profundo
Y más profundo de lo que el día ha pensado.
Profundo es su dolor,
El placer - es más profundo aún que el sufrimiento:
El dolor dice: ¡Pasa!
Mas todo placer quiere eternidad,
-¡Quiere profunda, profunda eternidad!»

Así habló Zarathustra, F. Nietzsche


have a nietzche day!

jueves, febrero 10, 2005

Los dos reyes y los dos laberintos


Borges en su laberinto

LOS DOS REYES Y LOS DOS LABERINTOS

Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso.”
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquél que no muere.

JORGE LUIS BORGES

el laberinto de arena

miércoles, febrero 09, 2005

en el centro del laberinto


LLEGANDO AL CENTRO DEl LABERINTO

ELOGIO A LA SOMBRA

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.

Jorge Lusi Borges


en el centro del dédalo...

martes, febrero 01, 2005

Los impostores


broken - Adam Haze

Me senté en el último banco de la iglesia al lado de una desconocida. La observé de reojo: tenía más o menos mi edad y parecía algo inquieta. Creo que no prestaba demasiada atención a la ceremonia ya que jugueteaba de forma mecánica con la piedra azabache engastada en el anillo que adornaba el dedo corazón de su mano izquierda. Al sentirse espiada por un extraño, clavó sus ojos molestos sobre mí y me obligó a desviar la curiosidad hacia el florido altar en el que transcurría aquella monótona comedia teatral.
María , mi futura esposa, lucía un precioso vestido blanco a juego con las delicadas flores del ramillete y un velo que cubría parte de su rostro. Yo estaba de pie junto a ella, casi de espaldas a los invitados, sumido con total devoción en las palabras del padre Aurelio.
Me hallaba entallado en un rígido frac negro y, visto desde lejos, era patético ya que parecía un pingüino encarcelado a punto de besar un merengue bajo la atenta mirada del incansable charlatán enviado por Dios. Observarme con aquel ridículo disfraz removió mis más amargos recuerdos infantiles. La obsesiva imagen de mi madre alzándose ante mí y tendiéndome una horrible camisa que sería mi regalo de cumpleaños. Me decía que era preciosa y que me la pusiera pero yo sólo tenía ojos para aquellas horrorosas puntillas que engalanaban los puños y el cuello. Según ella, con aquella camisa sería el niño más guapo de la escuela pero no tardé en constatar – por las risitas crueles a mis espaldas – que mis compañeros de clase no opinaban lo mismo que mamá. Aún así, por alguna incomprensible razón, obedecía sin rechistar a esa señora que me había dado la vida y me cuidaba con todo su amor pero me humillaba, sin saberlo, con su empalagosa protección y su asfixiante autoridad azucarada.
Miré a María y ella me devolvió la mirada con una tierna sonrisa mientras, frente a nosotros, el padre Aurelio proseguía con su divina perorata. Ladeé un poco la cabeza para poder atisbar a los invitados de las primeras filas. El abuelo Facundo lloraba emocionado y papá le tendía un pañuelo mientras le tomaba del brazo. También estaban mis dos tías, Virtudes y Constancia, que no podía reprimir sus comentarios por lo bajito y no se perdían detalle alguno de la boda. En la cuarta fila vi a Fermín y a Nito, mis inseparables amigos de la infancia, que habían acudido con sendas esposas e hijos. Pero más allá de ellos mis ojos se extraviaban en la vasta congregación de familiares lejanos, colegas del trabajo y parientes o amigos de María.
Desde el último banco no gozaba de una gran perspectiva pero veía lo suficiente para reconocer a la pelirroja prima Ana, sentada al lado de tía Constancia, a Carlos Mendoza, amigo y socio de mi padre o a Nito y Fermín con sus respectivas familias. Los nenes estaban ensimismados mirando el techo de la iglesia con cara bobalicona. Se aburrían soberanamente, se notaba, con aquella pantomima del anciano con túnica blanca que alzaba los brazos al cielo y explicaba cuentos sosos de pastores, de ovejas y de su padre, el señor Dios. A medida que avanzaba el sermón, en sus caras y en la mía se iba dibujando el terror y el desconcierto que provocaba aquel ser divino al que tanto loaba el padre Aurelio. Según decía, Dios era fuente de amor y misericordia pero, para mí, aquel ente etéreo se reducía a una estúpida farsa. Su implacable sombra caía a diario sobre el mundo en forma de guerra, miseria y muerte pero resulta que nadie se percataba de ello. Paradójicamente, todos adoraban a aquel ser supremo que crucificaba a su hijo en nombre del amor. Todos le aclamaban, todos excepto yo. ¿Cómo se supone que he de venerar a un padre que me crucificó en el despacho de su empresa sin consultarme antes? Si por lo menos hubiera tenido vocación de arquitecto ... yo nunca quise diseñar casas unifamiliares, yo quería ser geólogo y vivir en el campo, pero a nadie le importó. Tenía que esconder la colección de minerales bajo una baldosa de mi habitación porque papá opinaba que sólo eran unos pedruscos y mamá decía que pronto haría limpieza y los tiraría todas esas estúpidas piedras a la basura.
El leve traqueteo del banco me arrancó de mi ensueño, la mujer de al lado no podía estarse quieta. Se movía todo el tiempo; cruzaba y descruzaba las piernas cada treinta segundos, carraspeaba nerviosamente, farfullaba palabras ininteligibles y frotaba con sus dedos sudorosos la piedra del anillo una y otra vez. Tuve la tentación de preguntarle si se encontraba bien o si le apetecía salir a tomar el aire pero deseché esa posibilidad de inmediato porque no quería perderme por nada en el mundo el momento culminante de la ceremonia.

- Eduardo Martínez Romero, ¿aceptas a María Valle López como esposa?- dijo el párroco.
- No, ¡no quiero! - grité yo desde la última fila. Pero el padre Aurelio, como el resto de los invitados, hizo caso omiso a mi tajante negativa y prosiguió a realizar la misma pregunta a María. Ella contestó con un ‘sí quiero’ tan natural como el mío y llegaron los anillos. Yo le puse el anillo con suma delicadeza pero ella lo arrojó furiosamente contra el suelo. La piedra de azabache estalló retumbando en las paredes de la iglesia al mismo tiempo que gritaba con voz firme su ‘No quiero,¡no!’, pero ya nadie escucharía aquel grito sepultado bajo la trepidante marcha nupcial y el beso sordo de los recién casados.


Laia


los amantes  - René Magritte