sábado, octubre 30, 2004

Jaque mate



Por si a alguien le pica la curiosidad, colgaré este enlace a un artículo titulado El ajedrez, espejo de la vida. En él, encontraréis una breve pero minuciosa disertación sobre el origen y la evolución histórica del ajedrez, el fuerte simbolismo del juego y la influencia del ajedrez en el arte. A continuación, el ensayo deriva hacia un ámbito más específico y se adentra en un análisis sobre la aparición del ajedrez en las obras gráficas de Escher y en los universos literarios de Lewis Carroll, Julio Cortázar y Borges. ¡Que aproveche!





jueves, octubre 28, 2004

Que hablen otros por mí

Tengo demasiados enredos en mi cabeza para decir algo coherente y que no sea contradictorio, por lo tanto hoy me declaro en huelga de palabras,silencio, que hoy hablen otros por mí...



shhhh



Dice Groucho Marx:

"Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros"

"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro."

"Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer."
y
Lord Byron
piensa que:

"La consecuencia de no pertenecer a ningún partido será que los molestaré a todos."

Marcel Proust
, el soñador, dice:

"Si soñar un poco es peligroso, la solución no es dejar de soñar , sino soñar todo el tiempo"

y Leon Tolstoi acierta en el blanco cuando afirma que:

"No hagas el mal y no existirá."

Lao Tsé
medita sobre el estilo literario y la sinceridad:

"Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes."
y
Antoine de Saint Exupéry
diserta sobre el amor:

"Amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección."

Creo que ya dije que hoy no tengo nada que decir, ya han hablado ellos por mí.



shhhhh


miércoles, octubre 27, 2004

Galería de arte

reunión de alma y cuerpo de William Blake

Reunión de cuerpo y alma (Wiliam Blake)


la piedra de la locura (el Bosco)

La piedra de la locura (el Bosco)



El jardín de las delicias (el Bosco)
El jardín de las delicias (el Bosco)




La torre de Babel (Pedro Bruegel)

martes, octubre 26, 2004

Vuelva usted mañana

CERRADO POR DECEPCIÓN

cerrado por decepción


Nada que decir ante la injusticia....

no hay palabras

* * * * * * *



Cuando se cierra una puerta...


...se abre una ventana.


lunes, octubre 25, 2004

El gato de Schrödinger


gatito cuántico



Érase una vez un físico alemán llamado Schrödinger. El señor Schrödingeer era amante de la física cuántica y de los gatos y, por aquel entonces, andaba muy atareado tratando de explicar ciertos fenómenos cuánticos bastante peculiares. Decidió coger al gato y encerrarlo en una caja en la que, además del minino, había una partícula radioactiva y cierta dosis de veneno. La partícula tenía la probabilidad del 50% de desintegrarse durante una hora y si la partícula se desintegraba, una pequeña dosis de veneno caía en el plato de comida del gato y el felino moría. Si no había desintegración, el gato lograba salir sano y salvo de aquella caja de los horrores.

experimentos de Schrödinger


El señor Schrödinger empezó a realizar el experimento y, pasada una hora, se planteó la siguiente pregunta: ¿Está vivo o está muerto el gato? La respuesta a esa pregunta, según la teoría cuántica, es que el gato, mientras no hay ningún observador que le esté mirando, se halla suspendido en un estado de vida-y-muerte simultáneas y únicamente cuando el obsevador se decide a mirar lo que le sucede al gato, el gato colapsa en un estado de vida o en un estado de muerte, saliendo así de ese estado de indeterminación.

...estoy vivo...estoy muerto...creo que estoy vivo-y-muerto...sacadme de esta maldita caja...



sábado, octubre 23, 2004

Aires nocturnos

la noche estrellada de Van Gogh



El gélido filo de la medianoche se instala al caer la última campanada en la ciudad. Es ese momento impreciso en el que no se vive ni el ayer ni el mañana, algo parecido a una fina pared de tiempo que crece, de repente y sin previo aviso, en todas las direcciones; da igual arriba que abajo, delante o detrás, izquierda o derecha Esa escarcha puntual cae como una guillotina sobre los sueños de los que ya andan durmiendo hace un rato y sorprende a los noctámbulos, hijos de la farándula o amantes de la penumbra, en pleno pecado nocturno. Pero esa escarcha punzante y afilada,ese sable de luna que cae tajante sobre todas las calles y todos los gatos, ese efímero instante en el que se confunden los territorios y todos los sueños son un sueño, todos los caminos unn camino, y todos los espíritus guardan con celo los cuerpos que duermen, trozos de carne ajenos al mundo que sigue girando a pesar de todo. Pero todo eso que cae sobre mi cuerpo como una pesada manta de sombras y estrellas, todo eso es sólo polvo de medianoche y brisa inquietante, el tiempo de las estatuas de sal que ya no pueden mirar atrás, pobres caritas de ángel petrificadas a mitad del puente, ya no pueden volver atrás.

viernes, octubre 22, 2004

Cita a ciegas

Algo para recordar...

"El amor es como la salsa mayonesa: cuando se corta, hay que tirarlo y empezar otro nuevo."

Enrique Jardiel Poncela

La máquina de escribir






La máquina de escribir

Laia Blanch




El escritor se siente algo abatido, en definitiva, hoy no es su día. De hecho, ese fantasma ya lleva persiguiéndole desde hace unos meses, quién sabe si durnte largos años ha estado ahí, pero el tonto del escritor jamás vió sus diábolicas patitas que asomaban entre las teclas de su vieja máquina de escribir. Al principio sólo era alguna coma esporádica, de vez en cuando alguna letra que desaparecía, pero eran pocas las letas y él no lo notaba. El mal del escritor se extendió imparable por el teclado; primero se esfumaron los números y el escritor se vio obligado a la penosa tarea de paginar a mano.Después añoró los acentos y sus esdrújulas pasaron a ser esdrujulas los verbos en preterito se volvieron mas dificiles pero no era del todo imposible escribir todas esas paginas sin una tilde o una coma aunque si que era algo incomodo de eer cuestion de estetica. La cosa empezó a ser grave el día en que la letra A se borró de su tecl. El escritor empezb desesperr proque sí no hy quién escrib lgo decente. Pero, cargándose de valor, decidió no utilizar jamás aquella letra en sus textos y se vio obligado a suprimir de su amplio vocabulario palabras como 'amor', laberinto' o 'mañana', cosas de las que sus personajes ya no pudieron gozar nunca más. Pero el asunto no quedó aquí, aquella suerte de maldición también afectó a la fila central y la fila inferior de teclas, con lo que el pobre hombre no tuvo más remedio que ceñirse al QWERTYUIOP, a pesar de todo, un grupo de letras simpático.Después de devanarse los sesos largo tiempo, sus dedos teclearon sobre el papel cosas como 'trepo tu porte prieto y roto, qué torpe, trepo tu porte porque te quiero, tu torpe, yo topo, tú puro reto, yo rey que ríe y quiere pero'.El escritor se sintió feliz, dentro de la gran desgracia, porque no había perdido la gracia y el estilo a pesar de haber perdido las teclas y tantas palabras.Tantos años de oficio le habían dado tablas suficientes para escribir aunque fuera en las peores condiciones. De tan contento que estaba se inspiró a más no poder y escribió una trilogía que tituló QWERTYUIOP y que resultó ser un éxito editorial sin precedentes.Era admirable el fraseo, el ritmo, el perfecto esbozo de los personajes (que se llamaban Pietro, Puri, Quique y Tero a falta de más letras) y la soltura con la que el escritor manejaba los diálogos y todas esas inflexiones tan necesarias en literatura.Todo parecía ir de fábula hasta que un día las teclas dejaron de respondeer definitivamente a las pulsaciones - amorosas a veces y enfurecidas en otras ocasiones -del escritor.La vieja máquina de escribir había decidido que ya bastaba, que no soportaba más que los dedos de aquel hombre calvo y algo mediocre le martilleasen más sus entrañas y le impusieran pensamientos que no le pertenecían y con los que estaba en total desacuerdo..Ya estaba bien de tanta humillación, trabajaba más de diez horas seguidas bajo las órdenes y los dedos de aquel tipo que usaba papel de lija para grabar sus ideas, en vez de usar hojas de seda o algo sí, hubiera sido todo un detalle por su parte.El escritor aceptó perplejo que su máquina hubiera dejado de funcionar, era ya tan vieja que mejor sería comprarse un ordenador personal.La máquina se sintió decepcionada y ofendida, aquel tipejo que decía ser escritor no había tenido ni el más ínfimo detalle con ella, fuente de fuentes con las que se escribían las grandes páginas de la literatura, perro fiel del literato, siempre en sus dedos en los momentos más bajos y en los instantes de locura creadora en las que el hombre se ponía tan pesado y golpeaba con fuerza desmedida sus teclas, compañera y consejera discreta del escritor durante más de treinta y cinco años y ahora, justo cunado decide revelarse contra tnta opresión en sus teclas, va y el calvo éste decide que hay que modernizarse y que ella acabará en el tacho de la basura pronto.La máquina, ni corta ni perezosa, piensa un plan.Debe decirle a el escritor todo lo que piensa, todo lo que le odia y todo lo que le quiere por usarla a diario durante tanto tiempo y decirle todo eso que siemrpe se piensa pero jamás se dice o teclea por pudor o qué se yo porque no se dice. Así que, en un acto de generosidad y amor altruísta,, la máquina decide olvidar todas esas pequeñas rencillas con el escritor, piensa que tiene que comunicarse con él como sea, hablarle y explicarle que lo de las comas que faltaban sólo era una broma y que su última novela QWERTYUIOP le había conmovido y que si se comía alguna letra de vez en cuando era por hambre y necesidad y no por fastidiarle o enfureceerle. Así que, la máquina arrepentida y muerta de amor por su dueño, después de meditar unos días sobre cómo decirle todas esas cosas al escritos, decide que lo mejor será hacerle un regalo en señal de aprecio y admiración. Rápida y decidida, teclea en la hoja de papel que el hombre abandonó en el rodillo hace días:

Toma, escritor, este es mi regalo:

QWERTYUIOP
ASDFGHJKLÑ
ZXCVBNM

Con admiración y agradecimiento

M.Olivetti




miércoles, octubre 20, 2004

Algo de Hans Magnus Enzensberger

Paseando por la vasta telaraña de información que cubre la pantalla de mi ordenador he topado con Juan Avellana, dueño y autor de un blog maravilloso donde los haya. Por si alguien se anima a hacer una visita a este blog literario, aquí dejo la dirección:

Y, andando por el espacio tan personal de este señor, he topado con otro señor llamado Hans Magnus Enzensberger*. Con el permiso del blogero Avellana, le robaré un poquito de poesía para poder dejar constancia en este laberinto de que la belleza aún existe. Ahí van unos versos:

CIENCIA ASTRAL

su mundo, casi de nada y nada
de fantasmales supercuerdas
en el espacio decadimensional,
extrañeza, color, espín, encanto -

pero cuando tiene dolor de muelas,
el cosmólogo,
cuando se disipa en polvo de nieve
en St.Moritz,
come ensalada de patatas
o se acuesta con una señora
que no cree en bosones,
cuando muere

se evaporan los cuentos matemáticos,
las ecuaciones se derriten
y él vuelve de su más allá
a este mundo
de dolor, nieve, placer,
ensalada de patatas y muerte


Hans Magnus Enzensberger,
Los elixires de la ciencia (Anagrama p. 106)
Traducción de José Luis Reina Palazón


hombre en las nubes


CANCIÓN DE LOS QUE TODO YA SABEN

canción de los que todo ya saben
que algo debe hacerse e inmediatamente
eso ya lo sabemos
que sin embargo es aún muy temprano para hacer algo
que sin embargo ya es muy tarde para hacer algo
eso ya lo sabemos

y que estamos bien
y que eso sigue así
y que no tiene sentido
eso ya lo sabemos

y que somos culpables
y que no tenemos la culpa de ser culpables
y que tenemos la culpa de no ser culpables
y que nos basta
eso ya lo sabemos

y que tal vez sería mejor callar la boca
y que no vamos a callar la boca
eso ya lo sabemos
eso ya lo sabemos

y que no podemos ayudar a nadie
y que nadie puede ayudarnos
eso ya lo sabemos

y que somos talentosos
y que tenemos la opción entre nada y más nada
y que debemos analizar este problema a fondo
y que tomamos el té con dos cubos de azúcar
eso ya lo sabemos

y que estamos contra la opresión
y que los cigarrillos son cada vez más caros
eso ya lo sabemos

y que siempre lo vemos venir
y que siempre tendremos la razón
y que eso no tiene ninguna consecuencia
eso ya lo sabemos

y que todo eso es mentira
eso ya lo sabemos

y que eso es todo
eso ya lo sabemos

y que sobrellevar no es todo sino nada
eso ya lo sabemos

y que lo sobrellevaremos
eso ya lo sabemos

y que todo eso no es nuevo
y que la vida es bella
y que eso es todo
eso ya lo sabemos
eso ya lo sabemos
eso ya lo sabemos

y que eso ya lo sabemos
eso ya lo sabemos


*Nota: me tomé la molestia de informarme un poquito sobre lo que ha hecho Enzensberger en esta vida y he de admitir que no está nada mal...

Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, 1929), hizo estudios de literatura y filosofía y se doctoró con un trabajo sobre Brentano. Viajero incansable, ha vivido en Noruega, Italia, los Estados Unidos y Cuba, publicó su primer libro en 1957, el volumen de poesía Justificación de los lobos. Entre 1965 y 1975 fue miembro del llamado Grupo 47. En 1965 fundó la revista Kursbuch y posteriormente TransAtlantic. Desde 1985 dirige la colección literaria Die andere Bibliothek (La otra Biblioteca), dedicada a recuperar textos perdidos o no suficientemente valorados, y que ha permitido captar a nuevas generaciones de lectores.

martes, octubre 19, 2004

¿Dónde está Berta?

le pont du neuf de Eugene Bejot



y siguen naciendo los personajes...

¿Dónde está Berta? Hace días que no sé nada de ella, ni una llamada, ni un encuentro casual en el puente que cruza al otro lado de la ciudad (aunque la casualidad no sea la mejor aliada de nuestras coincidencias sorprendentes). No sé nada de Berta y eso me extraña. Ayer di una vuelta por la ciudad con la esperanza de encontrarme con ella pero no había ni rastro de sus grandes ojos azules en ningún portal, en ningún escaparate de esos que tanto le gusta mirar durante horas. Nadie ni nada pudo decirme si ella había pasado por aquella calle, ni las porteras ni los gatos ni los niños que jugaban a las estatuas de sal en el parque. ¡Dónde estás, Berta, dónde estás? Si me dejo llevar por mi imaginación desenfrenada puedo ver a Berta enferma, ccon un pijama a rayas y el termómetro en la boca, sudando bajo el peso de dos o tres mantas. También podría ser que Berta estuviera en el río, en el fondo, pero no, eso es imposible, le gusta demasiado esta vida y detesta tanto el tacto de las algas. Quizá se cayó por la escalera y yace inconciente en el rellano, pero no, ya se sabe que las malas noticias tienen alas en los pies. Una depresión, un viaje repentino, la muerte de algún amigo suyo de ésos que viven en Alemania o en Grecia o en Hungría y Berta saliendo disparada hacia la estación de tren o el aeropuerto, con apenas cuatro cosas en la maleta, un funeral relámpago y un paseo por el casco antiguo de otra ciudad que no es la suya y una tristeza de Piscis como sólo sabe vivirla Berta, con un café, unas cartas releídas con lágrimas en los ojos y un luto invisible que pesa demasiado, adiós amigo, adiós. Imagino demasiado sobre Berta, estoy seguro de que su ausencia tiene una explicación más simple y mundana, pero siendo ella como es puedo esperarme cualquier cosa por más inverosímil que parezca. Ayer pasé por su apartamento y no estaba, la portera me dijo que llevaba ya unos cuantos días sin verla pero que ya se sabe, estos artistas son tan raritos. Y yo no lo quité la razón, porque Berta jamás es predecible, siempre anda de arriba a abajo atareada en las cosas más dispares. Un curso de Tai Chi, ese libro que nunca termina de escribir, que si un concierto en el que actúa Germán o Irina o ella misma haciendo coros, una tertulia en el café de Antoine a las ocho menos cuarto, un paseo por el bois de bologne en un día de rayos y truenos, lanzar piedritas al Sena o sentarse en cualquier terraza para contar las palomas o escribir una poesía. Berta, la de las mil caras, Berta-cabeza-inquieta-y-corazón-enorme, Berta la niña que sonríe cunado llueve y no hay paraguas. ¿Dónde estás, Berta, dónde estás?

Tomando fotos de mí

los objetos en el espejo están más cerca de lo que parecen...



Tomando fotos de mí descubro un abismo en mi mirada, la profundidad del dolor y del océano reunidas en el parpadeo de ese flash odioso. Demasiada luz para tanta oscuridad, hay demasiada luz pero pocos destellos de felicidad esplendorosa.La foto salió velada, por suerte, será mejor así, que nadie la vea.



ojo azul


Tomando fotos de mí ahora la cámara de mi mente es un tubo de latón, un campo caleidoscópico de cristalitos rosas y azules y verdes y amarillos, aquí un triángulo y allá una estrella de mil brazos, acá un sueño de geometrías puras y allá el desorden más absoluto de piedrecitas desiguales rodando sin rumbo ni figura.Son esas fotografías secretas de mis abstracciones más arraigadas,lenguaje de geometrías bellas para comunicarme con lo más hondo de mí. Por si acaso alguien, mejor quemaré los negativos.


un caleidoscopio en mi cabeza






viernes, octubre 15, 2004

Reunión de gatos


gatos nocturnos

Reunión de gatos

Esta noche hay reunión de gatos en la ciudad
lo sé porque me asomo a la ventana
y ellos pasan
y pasan
y pasan otra vez
encubiertos bajo sus capas de tigre sigiloso;
lo saben, nadie les mira
y por eso se aprontan a cruzar la esquina;
son tan anónimos que ni su sombra
sabe que existen
pero ellos pasan
y pasan ligeros
por esa esquina nocturna
prestos a la reunión
de gatos sin amo ni nombre ni dios felino que los proteja
o los oprima


Gatos listos a las cuatro menos veinte
inteligentes persiguen la huella
del aroma a despojo y mugre que nada en las calles de la ciudad
y pasan
y nadan
y flotan
sobre la fina capa de niebla opaca que esta noche
siembra misterio y derroche allá en la esquina,

reunión de gatos bajo algún puente
a unas tres manzanas de mí.


No imagino ni entiendo
lo que maúllan, traman o festejan
en su reunión secreta de canapés de espinas y champán lechoso
Quizá una legión de pieles negras delatadas
por los ojos verdes y encendidos
colas por látigos
y sables por pezuñas
la cólera gatuna y organizada
algún gato rey
algún gato vencido
un campo de cruces al lado del río
en el que el agua lame sus bigotes pero nadie ronronea
ningún gato vivo
quizás
no lo imagino


Hay reunión de gatos esta noche
será mejor que no me vean
y que pasen
y que pasen
y que olviden esta esquina pronto
o tendré que descubrirlos
y con ratones tentarlos
o soltar los perros y matarlosz
otro campo de cruces a tres manzanas del río,
una lástima
me lo imagino

Manos

manos de luz

Lo imposible está en nuestras manos...

miércoles, octubre 13, 2004

Espejos de ceniza de Vieira da Silva


la partida de ajedrez
La partida de ajedrez (María Helena Vieira da Silva)



Pensar en Da Silva es pensar en muchos ojos, en puertas de castillos gélidos, en esas partidas de ajedrez infinitas que se desbordan más allá del tablero o en extraños enigmas. Una cosa lleva a otra y entonces caigo en aquella frase que engendró Julio Cortázar y en la que quedó atrapada para siempre la Maga: "...esos espejos de ceniza de Vieira da Silva...". Creo que no existe forma más elegante y bella de describir a la Maga. Y, al pensar en la Maga y sus espejos de ceniza, he sentido la urgencia de abrir la Rayuela por enésima vez por el primer capítulo (aunque también podría haber empezado por cualquier otro, no importa) e ingresar a ese mundo-Maga, nadar en los ríos metafísicos que tanto anhela Horacio, perder toda brújula posible y llorar con Babs cantando a gritos 'I wanna be somebody's baby doll', buscar ese kibutz del deseo que no está en Morelli, ni en el Club, ni en Horacio, ni en Lucía. Una pregunta: ¿Quién nos curará del fuego sordo?

Capitulo 1

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguirlas formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da cites precisas es la misma que necesita pape! rayado pare escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.
Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que ansiábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo pera meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayo un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrolle lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiró con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pórfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a arboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película híngara. Y quedo entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabo. Oh Maga, y no estábamos contentos.
¿Qué venía yo a hacer al Pont des Arts? Me parece que ese jueves de diciembre tenía pensado cruzar a la villa derecha y beber vino en el cafecito de la rue des Lombards donde madame Leonie me mire la palma de la mano y me anuncia viajes y sorpresas. Nunca te lleve a que madame Leonie te mirara la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mi, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro. De manera que nunca te lleve a que madame Leonie, Maga; y sí, porque me lo dijiste, que a vos no te gustaba que yo te viese entrar en la pequeña librería de la rue de Verneuil, donde un anciano agobiado trace miles de fiches y sabe todo lo que puede saberse sobre historiografía. Ibas allá a jugar con un gato, y el viejo te dejaba entrar y no te hacia preguntas, contento de que a veces le alcanzaras algún libro de los estantes mas altos. Y te calentabas en su estufa de gran cano negro y no te gustaba que yo supiera que ibas a ponerte al lado de esa estufa. Pero todo esto había que decirlo en su momento, solo que era difícil precisar el momento de una cosa, y aun ahora, acodado en e1 puente, viendo pasar una pinaza color borravino, hermosísima como una gran cucaracha reluciente de limpieza, con una mujer de delantal blanco que colgaba ropa en un alambre de la proa, mirando sus ventanillas pintadas de verde con cortinas Hansel y Gretel, aun ahora, Maga, me preguntaba si este rodeo tenía sentido, ya que pare llegar a la rue des Lombards me hubiera convenido más cruzar el Pont Saint-Michel y el Pont au Change. Pero si hubieras estado ahí esa noche, como tantas otras veces, yo habría sabido que el rodeo tenia un sentido, y ahora en cambio envilecía mi fracaso llamándolo rodeo. - Era cuestión, después de subirme el cuello de la canadiense, de seguir por los muelles hasta entrar en esa zona de grandes tiendas que se acaba en el Chatelet, pasar bajo la sombra violeta de la Tour Saint-Jacques y subir por mi calle pensando en que no te había encontrado y en madame Leonie.
Sé que un día llegué a París, se que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven. Se que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos hablamos. Esa tarde todo anduvo mal, porque mis costumbres argentinas me prohibían cruzar continuamente de una vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en las vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo. Entonces te seguía de mala gana, encontrándote petulante y malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos metíamos en un café del Boul Mich y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida.
Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas, con hambre y golpes en los rincones. Mas tarde te creí, mas tarde hubo razones, hubo madame Leonie que mirándome la mano que había dormido con tus senos me repitió casi tus mismas palabras. "Ella sufre en alguna parte. Siempre ha sufrido. Es muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es el mirlo, su hora la noche, su puente el Pont des Arts." (Una pinaza color borravino, Maga, y por que no nos habremos ido en ella cuando todavía era tiempo.) Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario pare desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y de las horas, ingreso paulatino en un mundo - Maga que era la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma de la arena Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil. Y entonces en esos días íbamos a los cine-clubs a ver películas mudas, porque yo con mi cultura, no es cierto, y vos pabrecita no entendías absolutamente nada de esa estridencia amarilla convulsa previa a tu nacimiento, esa emulsión estriada donde corrían los muertos; pero de repente pasaba por ahí Harold Lloyd y entonces te sacudías el agua del sueño y al final te convencías de que todo había estado muy bien, y que Pabst y que Fritz Lang. Me hartabas un poco con tu manía de perfección, con tus zapatos rotos, con tu negativa a aceptar lo aceptable. Comíamos hamburgers en el Carrefour de l'Odeon, y nos íbamos en bicicleta a Montparnasse, a cualquier hotel a cualquier almohada. Pero otras veces seguíamos hasta la Porte d'Orleans, conocíamos cada vez mejor la zona de terrenos baldíos que hay mas allá del Boulevard Jourdan, donde a veces a medianoche se reunían los del Club de la Serpiente pare hablar con un vidente ciego, paradoja estimulante. Dejábamos las bicicletas en la calle y nos internábamos de a poco, parándonos a mirar el cielo porque esa es una de las pocas zonas de París donde el cielo vale mas que la sierra. Sentados en un montón de basuras fumábamos un rato, y la Maga me acariciaba el pelo o canturreaba melodías ni siquiera inventadas, melopeas absurdas cortadas por suspiros o recuerdos. Yo aprovechaba pare pensar en cosas inútiles, método que había empezado a practicar años atrás en un hospital y que cada vez me parecía mas fecundo y necesario. Con un enorme esfuerzo, reuniendo imágenes auxiliares, pensando en olores y caras, conseguía extraer de la nada un par de zapatos marrones que había usado en Olavarría en 1940. Tenían tacos de goma, suelas muy fines, y cuando llovía me entraba el agua hasta el alma. Con ese par de zapatos en la mano del recuerdo, el resto venia solo: la cara de done Manuela, por ejemplo, o el poeta Ernesto Morroni. Pero los rechazaba porque el juego consistía en recobrar tan solo lo insignificante, lo inostentoso, lo perecido. Temblando de no ser capaz de acordarme, atacado por la polilla que propone la prorroga, imbécil a fuerza de besar el tiempo, terminaba por ver al lado de los zapatos una latita de Te Sol que mi madre me había dado en Buenos Aires. Y la cucharita pare el te, cuchara-ratonera donde las lauchitas negras se quemaban vivas en la taza de agua lanzando burbujas chirriantes. Convencido de que el recuerdo lo guarda todo y no solamente a las Albertinas y a las grandes efemérides del corazón y los rincones, me obstinaba en reconstruir el contenido de mi mesa de trabajo en Floresta, la cara de una muchacha irrecordable llamada Gekrepten, la cantidad de plumas cucharita que había en mi caja de útiles de quinto grado, y acababa temblando de tal manera y desesperándome (porque nunca he podido acordarme de esas plumas cucharita, se que estaban en la caja de útiles, en un comportamiento especial, pero no me acuerdo de cuantas eran ni puedo precisar el momento justo en que debieron ser dos o seis), hasta que la Maga, besándome y echándome en la cara el humo del cigarrillo y su aliento caliente, me recobraba y nos reíamos, empezábamos a andar de nuevo entre los montones de basura en busca de los del Club. Ya pare entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas. Con la Maga hablábamos de patafisica hasta cansarnos, porque a ella también le ocurría (y nuestro encuentro era eso, y tantas cosas oscuras como el fósforo) caer de continuo en las excepciones, verse metida en casillas que no eran las de la gente, y esto sin despreciar a nadie, sin creernos Maldorores en liquidación ni Melmoths privilegiadamente errantes. No me parece que la luciérnaga extraiga mayor suficiencia del hecho incontrovertible de que es una de las maravillas mas fenomenales de este circo, y sin embargo baste suponerle una conciencia pare comprender que cada vez que se le encandila la barriguita el bicho de luz debe sentir como una cosquilla de privilegio. De la misma manera a la Maga le encantaban los líos inverosímiles en que andaba metida siempre por cause del fracaso de las leyes en su vida. Era de las que rompen los puentes con solo cruzarlos, o se acuerdan llorando a gritos de haber visto en una vitrina el décimo de lotería que acaba de ganar cinco millones. Por mi parte ya me había acostumbrado a que me pasaran cosas modestamente excepcionales, y no encontraba demasiado horrible que al entrar en un cuarto a oscuras pare recoger un álbum de discos, sintiera bullir en la palma de la mano el cuerpo vivo de un ciempiés gigante que había elegido dormir en el lomo del álbum. Eso, y encontrar grandes pelusas grises o verdes dentro de un paquete de cigarrillos, u oír el silbato de una locomotora exactamente en el momento y el tono necesarios pare incorporarse ex oficio a un pasaje de una sinfonía de Ludwig van, o entrar a una pissottiere de la rue de Medicis y ver a un hombre que orinaba aplicadamente hasta el momento en que, apartándose de su comportamiento, giraba hacia mí y me mostraba, sosteniéndolo en la palma de la mano como un objeto litúrgico y precioso, un miembro de dimensiones y colores increíbles, y en el mismo instante darme cuenta de que ese hombre era exactamente igual a otro (aunque no era el otro) que veinticuatro horas antes, en la Salle de Geographic, había disertado sobre tótems y tabúes, y había mostrado al publico, sosteniéndolos preciosamente en la palma de la mano, bastoncillos de marfil, plumas de pájaro lira, monedas rituales, fósiles mágicos, estrellas de mar, pescados secos, fotografías de concubinas reales, ofrendas de cazadores, enormes escarabajos embalsamados que hacían temblar de asustada delicia a las infaltables señoras.
En fin, no es fácil hablar de la Maga que a esta hora anda seguramente por Belleville o Pantin, mirando aplicadamente el suelo hasta encontrar un pedazo de genero rojo. Si no lo encuentra seguirá así toda la noche, revolverá en los tachos de basura, los ojos vidriosos, convencida de que algo horrible le va a ocurrir si no encuentra esa prenda de rescate, la señal del perdón o del aplazamiento. Se lo que es eso porque también obedezco a esas señales, tan bien hay veces en que me toca encontrar trapo rojo. Desde la infancia apenas se me cae algo al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo hago va a ocurrir una desgracia, no a mi sino a alguien a quien amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído. Lo peor es que nada puede contenerme cuando algo se me cae al suelo, ni tampoco vale que lo levante otro porque el maleficio obraría igual. He pasado muchas veces por loco a cause de esto y la verdad es que estoy loco cuando lo hago, cuando me precipito a juntar un lápiz o un trocito de papel que se me han ido de la mano, como la noche del terrón de azúcar en el restaurante de la rue Scribe, un restaurante bacán con montones de gerentes, putas de zorros plateados y matrimonios bien organizados. Estabamos con Ronald y Etienne, y a mi se me cayo un terrón de azúcar que fue a parar abajo de una mesa bastante lejos de la nuestra. Lo primero que me llamó la atención fue la forma en que el terrón se había alejado, porque en general los terrones de azúcar se plantan apenas tocan el suelo por razones paralelepípedas evidentes. Pero este se conducía como si fuera una bola de naftalina, lo cual aumentó mi aprensión, y llegue a creer que realmente me lo habían arrancado de la mano. Ronald, que me conoce, miro hacia donde había ido a parar el terrón y se empezó a reír Eso me dio todavía mas miedo, mezclado con rabia. Un mozo se acerco pensando que se me había caído algo precioso, una Parker o una dentadura postiza, y en realidad lo único que hacia era molestarme, entonces sin pedir permiso me tire al suelo y empece a buscar el terrón entre los zapatos de la gente que estaba llena de curiosidad creyendo (y con razón) que se trataba de algo importante. En la mesa había una gorda pelirroja, otra menos gorda pero igualmente putona, y dos gerentes o algo así. Lo primero que hice fue darme cuenta de que el terrón no estaba a la vista y eso que lo había visto saltar hasta los zapatos (que se movían inquietos como gallinas). Para peor el piso tenia alfombra, y aunque estaba asquerosa de usada el terrón se había escondido entre los pelos y no podía encontrarlo. E1 mozo se tiro del otro lado de la mesa y ya éramos dos cuadrúpedos moviéndonos entre los zapatos-gallina que allá arriba empezaban a cacarear como locas. E1 mozo seguía convencido de la Parker o el luis de oro, y cuando estabamos bien metidos debajo de la mesa, en una especie de gran intimidad y penumbra y el me preguntó y yo le dije, puso una cara que era como pare pulverizarla con un fijador, pero yo no tenia ganas de reír, el miedo me hacia una doble llave en la boca del estomago y al final me dio una verdadera desesperación (el mozo se había levantado furioso) y empece a agarrar los zapatos de las mujeres y a mirar si debajo del arco de la suela no estaría agazapado el azúcar, y las gallinas cacareaban, los gallos gerentes me picoteaban el lomo, oía las carcajadas de Ronald y de Etienne mientras me movía de una mesa a otra hasta encontrar el azúcar escondido detrás de una pata Segundo Imperio. Y todo el mundo enfurecido, hasta yo con el azúcar apretado en la palma de la mano y sintiendo como se mezclaba con el sudor de la piel, como asquerosamente se deshacía en una especie de venganza pegajosa, esa clase de episodios todos los días.

Julio Cortázar.

martes, octubre 12, 2004

Mal Tiempo


mal tiempo

Hace mal tiempo y no lo digo porque llueva (que también llueve). Hace mal tiempo porque hoy es martes y esto parece un domingo de los intensos. La luz pesa y es de un azul profundo que casi molesta. Un relativo silencio se ha instalado en la ciudad. Pocos autos, menos peatones, sólo farmacias de guardia y algún café en el que refugiarse. Hace mal tiempo y lo afirmo desde este martes disfrazado de domingo, de día no-día en el que no caben relojes ni citas puntuales en tal esquina.
Nadie en casa, sólo la calma instalada en mi habitación y la pereza apoltronada en la butaca. Nada que decir excepto que hace mal tiempo, que hace mal tiempo en mi cabeza. Serán esos nubarrones violetas que se ciernen más allá de las montañas litorales, será ese mutismo que recae sobre el asfalto como recubriéndolo con una capa de plomo espeso.

lluvia

Cuando me siento así, como una violenta tormenta a punto de estallar, prefiero entregarme a ese sueño que es vivir en mundos lejanos. Jugar a ese juego en el que aparecen el marqués de Molvania con su caniche Lestat y en el que no se sabe muy bien quén es quién y porque aparece justo en este momento. Imagino un mundo oscuro para el marqués, un olvido paulatino por parte del mundo que le ha convertido en alguien solitario, demasiado solitario. Primero, pensé que el marqués podría ser un vampiro y lo imaginé con los labios pintados en sangre y un caliz entre sus dedos larguiruchos. Podría ser un vampiro pero no, creo estar demasiado segura de que el marqués es mortal, muy mortal. De hecho, la muerte es en lo único que piensa. Cuando uno ha sido relegado a la posteridad de la memoria, cuando ya nadie sabe que un día él fue el marqués de Moldavia, hombre de bien y hombre de mal pero siempre hombre, que eso es lo que cuenta al fin y al cabo. Ahora, su figura no es más que una sombra que vaga a la lumbre de una vela por los pasadizos de aquel castillo sin gloria y con goteras...esto es lo que me pasa cuando hace mal tiempo.

vampiro

Geometrías imposibles


Estas son algunas de las geometrías imposibles de Escher...


manos dibujándose
¿Quién dibuja a quién?


la galería de arte
¿Dónde estoy?



cabezas desmontándose
Cabezas huecas



la bola de cristal
El hombre de la bola de cristal

casa ensanchada
¿Quién vive ahí?


cocodrilos de papel
Los cocodrilos de papel



relatividad
¿Arriba o abajo?



domingo, octubre 10, 2004

Rayuela




De la tierra al cielo y del cielo a...a golpes de piedrita, tiza y a saltitos, siempre buscando llegar a ese cielo que está más allá de nuestros zapatos, más allá de estos puentes de hilo invisible que se tienden entre las almas...

Julio Cortázar en su estudio

jueves, octubre 07, 2004

Agua dulce, agua salada

paisaje de sal

Siempre acude la serenidad a mí mente cuando contemplo el mar. Siempre acude ese sentimiento en blanco, esa llanura de aguas pacificadoras y transparentes en las que me encantaría perderme. Siempre acude a mí la calma infinita y azul, llega ese momento estático en el que ni el globo terráqueo se atreve a rotar. De repente, todo para. Y la vida es, de pronto, una gran escultura de hielo que se derrite. Gota a gota, tiempo al tiempo, y al final del ciclo sólo quedará el vacío y agua. La vida, un inmenso océano de silencio y sal en las llagas. Cantos de sirena que anuncian un paraíso inexistente, la dodecafónica llamada del instinto vital traducida al ronroneo de las olas rompiéndose. Ese mar profundo que me atrae, ata su soga a mi cuello y yo no protesto. Ese mar inaprensible, escurridizo como el tiempo entre mis dedos, un inmenso vacío relleno de hidrógeno y oxígeno en proporción 2:1, es decir, ese mar que es nada y en el que nado y ando perdida.

miércoles, octubre 06, 2004

NO


NO A TODO

Declaro inaugurado el día mundial del "No a todo" y, por eso, yo digo:

NO a levantarse a las 8 de la mañana
NO a las patadas en el culo cuando menos te lo esperas
NO a la explotación laboral
NO al dinero
NO a las ciudades
NO a los transeúntes autómatas
NO a los que están arriba
NO a los que están abajo
NO a las estúpidas leyes obsoletas
NO a las multas por hechar humo
NO a la canción del verano
NO a los intolerantes
NO al pescado podrido
NO a los niños que lloran
NO a los profesores que reprimen
NO a los trámites burocráticos
NO a Heráclito y su hidropesía (quédate enterrado en la mierda tú solito que yo me largo)
NO al no
NO a los hipócritas
NO a las puñaladas traperas
NO a los que no saben quererme
NO a la política
NO a Dios
NO a los tratamientos antitabaco
NO a los tratamientos anti-hierba
NO a los padres que abandonan sus hijos
NO a los hijos que hacen lo que les da la gana
NO a los que nacieron enseñados
NO a la venganza y el rencor
NO a encontrarle un sentido a la vida
NO a los pensamientos tramposos
NO a la tradición y las puntillas
NO a los que dicen no sin pensarlo antes
NO a los libros que no tienen final
NO a los monstruos que viven debajo la cama
NO al despecho
NO a los celos o la envidia
NO al código penal
NO a la administración pública (ladrones de poca monta)
NO al desamor
NO a las traiciones
NO a todos aquellos que no quieren aprender de los errores pasados
NO a la dominación de las mentes
NO al chantaje emocional
NO a las hipotecas astronómicas (cadenas perpetuas forjadas con billetes)
NO al paso del tiempo y a esos plazos
NO
NO
y
NO


NO A TODO


martes, octubre 05, 2004

Apuntes de Moebius


el camino de moebius

No sé de dónde ha salido esto pero ha salido y aquí se queda...

Berta, cariñosamente, le llama Moebius. Su verdadero nombre (si es que alguna vez lo tuvo) és Ángel pero nadie le ha llamado así nunca. Todos se empeñaron en confundirle de identidad desde ya muy temprana edad. Sus padres y su hermano le llamaban Elito el angelito, diminutivo que Moebius odiaba profundamente porque encerraba la gran mentira de su aparente inocencia. Él lo supo todo antes que nadie se lo explicara, él lo había vivido todo cuando apenas contaba con trece o catorce años de edad.Anita, su primera chica, le llamaba Tontito, cosa que él empezó a tomarse no tan en broma el día que lo dejó por un lumbreras que había llegado nuevo al instituto. El otro era inteligentemente inteligente, le arrebató a Anita con la misma facilidad con la que podía hacer una raíz cuadrada de memoria. Y Anita no pudo protestar ni echar de menos a Moebius porque estaba demasiada ensimismada con las explicaciones sobre astronomía o metafísica de bolsillo que aquel gafitas encantador le obsequiaba con la más ex-qui-si-ta educación.
Moebius sabía que, por su extraña reputación, se habría ganado unos cuantos motes más a sus espaldas. El rarito, el Sombra, "ése tarado de segundo B" o lo que era aún peor, el mote silencioso de la indiferencia de sus compañeros. No fueron tiempos fáciles, pero ahora tampoco lo son para él.
Berta le llama Moebius porque adora sus geometrías imposibles, todos esos caminos que sólo pueden existir en la cabeza de Ángel. Berta no ama a Ángel, de momento, pero cuando le mira siente esas hormiguitas graciosas pasear por su barriga y se acuerda de las otras hormiguitas que andan inútilmente sobre la cinta de Moebius en busca de un final que nunca llega. Sonríe al pensar en ellas porque además de ser tan divertidas se parecen, en cierto modo, a Ángel, su Moebius particular.

lunes, octubre 04, 2004

Un círculo perfecto


a perfect circle

VANISHING

Disappear
Disappear
Higher
Higher
Into the air
Slowly disappear
No, no longer here

Disappear
Disappear
Thinner, thinner
Into the air

Never really here
What that never
Like a thought brushing up against a sigh
Floating away
Floating away

Vanishing like a cyan sunday
Disappear
Disappear
Vanish, vanish into the air
Slowly disappear
Never really here

Floating away
Floating away

El anciano de los días



el anciano de los días
El anciano de los días


"La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo."

William Blake

viernes, octubre 01, 2004

Mandala

mandala
"Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose..." anota Morelli (el alter ego de Cortázar) en alguno de sus cuadernos de colores. Amén.