sábado, octubre 23, 2004

Aires nocturnos

la noche estrellada de Van Gogh



El gélido filo de la medianoche se instala al caer la última campanada en la ciudad. Es ese momento impreciso en el que no se vive ni el ayer ni el mañana, algo parecido a una fina pared de tiempo que crece, de repente y sin previo aviso, en todas las direcciones; da igual arriba que abajo, delante o detrás, izquierda o derecha Esa escarcha puntual cae como una guillotina sobre los sueños de los que ya andan durmiendo hace un rato y sorprende a los noctámbulos, hijos de la farándula o amantes de la penumbra, en pleno pecado nocturno. Pero esa escarcha punzante y afilada,ese sable de luna que cae tajante sobre todas las calles y todos los gatos, ese efímero instante en el que se confunden los territorios y todos los sueños son un sueño, todos los caminos unn camino, y todos los espíritus guardan con celo los cuerpos que duermen, trozos de carne ajenos al mundo que sigue girando a pesar de todo. Pero todo eso que cae sobre mi cuerpo como una pesada manta de sombras y estrellas, todo eso es sólo polvo de medianoche y brisa inquietante, el tiempo de las estatuas de sal que ya no pueden mirar atrás, pobres caritas de ángel petrificadas a mitad del puente, ya no pueden volver atrás.

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