viernes, junio 26, 2009

Nobody knows me

There's a trial happening inside my bottle...
keep out, please!





All mine, Portishead


Only you, Portishead

domingo, junio 21, 2009

Cuanto-cuentos



R. Delaunay


UN CUENTO CUÁNTICO

Del libro "El Breviario del Sr. Tompkins" del físico ruso George Gamow

El sr. Tompkins volvía a su casa un día, muy cansado después de la larga jornada de trabajo en el banco, que estaba realizando un catastro. Al pasar por una taberna, decidió detenerse a tomar un vaso de cerveza. Al vaso siguieron otros, hasta que el sr. Tompkins empezó a sentirse mareado. Había al fondo una sala de billar, llena de hombres de mangas de camisa que jugaban en la mesa central. Recordó vagamente haber estado antes en el lugar, al que uno de sus compañeros de oficina lo había llevado para enseñarle a jugar. Se acercó a la mesa y empezó a mirar la partida. Pero sucedía algo muy extraño! Un jugador puso una bola en la mesa y le dio con el taco. Al mirarla rodar, el sr. Tompkins advirtió con gran sorpresa que la bola empezaba a "desplazarse". No podía describir con otra palabra el extraño comportamiento de la bola, la cual, mientras recorría el tapete verde, se veía cada vez mas desleída, y perdía sus límites claros. Parecía que no era una sola bola la que rodaba por la mesa, sino muchas, que se penetraban parcialmente entre si. El sr. Tompkins había observado fenómenos análogos en otras ocasiones, pero ahora solo había tomado algo de cerveza y no veía la razón de que se le presentasen tan pronto. -Bueno -pensó-, vamos a ver como choca esa bola pastosa con otra.
El jugador que golpeó la bola era evidentemente un experto, pues esta choco de frente con otra, con la mayor precisión. Sonó un golpe seco y tanto la bola incidente como la golpeada (el sr. Tompkins no podía decidir con certeza cual era cual) se dispersaron "en todas direcciones". Era extraordinario en efecto: no se trataba ya de dos bolas, de aspecto más o menos difuminado, sino que se diría que una multitud de ellas -todas muy vagas y confusas- se desplegaban en un ángulo de 180 grados en torno a la dirección del impacto original. Parecía una onda peculiar que partiese del punto de la colisión.
El sr. Tompkins notó, sin embargo, que por donde corrían mas bolas era en la dirección del impacto.
-Dispersión de la onda S-dijo una voz familiar detrás de el, y el sr. Tompkins reconoció al profesor.
-Así es- respondió el profesor-. ... lo que esta usted observando es en realidad un fenómeno mecánico cuántico.
- Ah, las matrices!- insinuó el sr. Tompkins con sorna.
-O, mejor, la incertidumbre del movimiento- replicó el profesor-. El propietario de este billar ha reunido aquí varios objetos que padecen, valga la expresión, de "elefantiasis cuántica". Es claro que todos los cuerpos del universo están sometidos a leyes cuánticas, pero la llamada constante cuántica, que gobierna semejantes fenómenos, es muy pequeña: tiene nada menos que 27 ceros después del punto decimal. Pero para estas bolas, sin embargo, la constante es muchísimo mayor, próxima a la unidad; así puede usted contemplar fenómenos que la ciencia solo consiguió descubrir aplicando métodos de observación muy sensibles y rebuscados --al llegar a este punto el profesor se quedo unos instantes reflexionando.
-No es mi intención criticar- siguió diciendo-, pero quisiera saber de donde salieron estas bolas. Estrictamente hablando, no pueden existir en nuestro mundo, por que todos los cuerpos comprendidos en el poseen la misma constante cuántica muy pequeña.
-A lo mejor las trajeron de otro mundo- propuso el sr. Tompkins-. Pero el profesor no quedo conforme y siguió con aire suspicaz.
-Habrá notado usted- prosiguió- que las bolas "se despliegan". O sea que su posición sobre la mesa no es del todo definida. En realidad, es imposible señalar exactamente la posición de una bola: lo más que puede decirse es que determinada bola esta "aquí en su mayor parte" y "el resto en otros lugares".
-Lo cual es extrañísimo- murmuró el sr. Tompkins.
- Por el contrario- insistió el profesor-, es de lo más natural, puesto que lo mismo sucede en todo momento a cualquier cuerpo material. Lo que pasa es que , a causa del pequeño valor de la constante cuántica y la tosquedad de los métodos de observación, la gente no advierte la incertidumbre, lo cual lleva a la errónea conclusión de que la velocidad y la posición son magnitudes definidas. En realidad, ambas son indefinidas hasta cierto punto, y al definir una con precisión creciente, la otra se "dispersa" cada vez mas, haciéndose mas incierta. Precisamente es la constante cuántica la que gobierna la relación entre estas dos incertidumbres. Mire usted: voy a poner límites a la posición de esta bola, encerrándola en un triángulo de madera.
En cuanto la bola quedo encerrada, la superficie interior del triángulo se lleno enteramente con el lustre del marfil.
-Vea! - dijo el profesor-. Definí la posición de la bola limitándola a las dimensiones del triángulo, solo unos cuantos centímetros. Y esa conduce a una considerable incertidumbre en la velocidad. La bola se esta moviendo muy de prisa dentro del triángulo.
-Es posible detenerla? - pregunto el sr. Tompkins.
-No. Sería físicamente imposible. Cualquier cuerpo en un espacio limitado posee cierto movimiento: el "movimiento del punto cero", como decimos los físicos. Es el caso, por ejemplo, del movimiento de los electrones en cualquier átomo.
El sr. Tompkins contemplaba agitarse la bola en su encierro, como un tigre enjaulado, cuando sucedió algo inesperado: la bola se "escapo" a través de la pared del triángulo, y un instante después corría hacia la esquina opuesta de la mesa. Lo raro del caso es que no saltó sobre la pared de madera, sino que la atravesó, sin levantarse de la mesa.
-Ahí tiene- dijo el sr.Tompkins-. Su "movimiento del punto cero" se ha escapado. También eso esta en las reglas?
-No faltaría más. Se trata, es verdad, de una de las consecuencias más interesantes de la teoría cuántica. Es imposible mantener un objeto encerrado mientras tenga energía suficiente para correr después de atravesar la pared. Siempre acabara por "escaparse".
-Entonces no volveré jamás al zoológico- dijo el sr. Tompkins con decisión, mientras su vivida imaginación le presentaba un cuadro aterrador de tigres y leones "cruzando" las paredes de sus jaulas. Y en seguida sus pensamientos tomaron otro rumbo: se imagino un coche, perfectamente resguardado en un garaje, saliendo por la pared, como un viejo fantasma medieval.
-Cuanto tiempo tendría que esperar para que un coche de acero ordinario ( no de la materia de estas bolas ) "atravesara", digamos, la pared de un garaje de ladrillo? -pregunto al profesor-. Me encantaría verlo!
El profesor hizo algunos rápidos cálculos mentales y respondió al fin:
-Aproximadamente harían falta digamos unos 1 000 000 000 000 000 de años.
El sr. Tompkins estaba acostumbrado a las grandes cifras de las cuentas bancarias, pero perdió el numero de ceros mencionados por el profesor. En cualquier caso, bastaban para no tener que preocuparse por la huida del coche.
-Supongamos que me creo todo lo que usted dice. No puedo concebir, sin embargo, como podrían observarse estas cosas sin las bolas que tenemos aquí.
-Objeción muy razonable- admitió el profesor-. No he tenido la intención de decir que los fenómenos cuánticos pudieran observarse en los grandes objetos que manejamos en la vida ordinaria. Lo que pasa es que los efectos de las leyes cuánticas son mucho más apreciables en las masas diminutas, como los átomos y electrones. En estas partículas los efectos cuánticos son tan importantes, que la mecánica corriente resulta del todo inaplicable. La colisión entre dos átomos se parece muchísimo al choque de las bolas que vimos hace un momento, y el movimiento de los electrones de un átomo corresponde de cerca al "movimiento del punto cero" que mostraba la bola de billar cuando la encerré en el triángulo de madera.
-Y los átomos escapan del garaje muy a menudo?
-Si, por cierto. Indudablemente usted habrá oído hablar de los cuerpos radiactivos, cuyos átomos se desintegran espontáneamente, emitiendo partículas velocísimas. Un átomo así, o mejor dicho, su parte central, el núcleo, es análogo a un garaje lleno de coches, o sea partículas. Y esas partículas escapan atravesando las paredes del núcleo; a veces no están dentro ni un segundo. En semejantes núcleos los fenómenos cuánticos están verdaderamente a la orden del día!
El sr. Tompkins, cansado de esta larga exposición, miraba distraídamente a su alrededor. Un gran reloj colocado en un rincón atrajo su atención. El largo y anticuado péndulo oscilaba sosegadamente de izquierda a derecha.
-Veo que le interesa el reloj -intervino el profesor-. Es otro mecanismo no del todo corriente, pero hoy en día esta pasado de moda. Este reloj da una idea de como se describían al principio los fenómenos cuánticos. El péndulo esta dispuesto de tal forma que su amplitud solo puede recibir incrementos finitos. Pero actualmente todos los relojeros prefieren los péndulos patentados, de despliegue.
-Como me gustaría entender estas cosas tan complicadas -suspiro el sr. Tompkins.
-Muy bien -repuso el profesor-yo entre en esta taberna por que lo vi a usted por la ventana cuando me dirigía a dictar mi conferencia sobre la teoría cuántica. Ya no puedo quedarme mas tiempo si es que no quiero llegar tarde a mi conferencia. No viene usted?
-Claro que si! -exclamo el sr. Tompkins.
El gran auditorio estaba, como siempre, atestado de estudiantes, y el sr. Tompkins pudo tenerse por afortunado cuando halló donde sentarse en un escalón.

Gamow, George., 1985. El breviario del señor Tompkins : En el país de las maravillas. La Investigación del átomo (Fondo de Cultura Económica : México)


R. Delaunay

sábado, junio 20, 2009

Yosoy

YOSOY

Soy isla
soy muro
soy átomo
soy una barrera de piel sin poros
soy el agujero de un agujero
soy la quemadura central que avanza
soy la ciudad vacía
a la que uno asciende entrando
soy pérdida encontrada
soy palabra sin voz
soy tangencia fortuita
soy solemne soledad
soy una deseperanza verde
soy un nudo en la garganta
soy la extrañeza ante el mundo
soy un gran bucle enredado
soy cuarto sin ventana
soy secreto sin llave
soy hermético silencio
soy silencioso no ser
soy laberinto sin salida
soy muro
soy isla
soy átomo
soy nada
soy yo
Laia Blanch




miércoles, junio 10, 2009

Procesos y causalidad...









by








Those who make causality one of the original uralt elements in the universe or one of the fundamental categories of thought ¾ of whom you will find that I am not one ¾ have one very awkward fact to explain away. It is that men's conceptions of a cause are in different stages of scientific culture entirely different and inconsistent. The great principle of causation which, we are told, it is absolutely impossible not to believe, has been one proposition at one period in history and an entirely disparate one at another is still a third one for the modern physicist. The only thing about it which has stood... is the name of it.
Charles Sanders Peirce, Reasoning and the Logic of Things
The attempt to "analyze" causation seems to have reached an impasse; the proposals on hand seem so widely divergent that one wonders whether they are all analyses of one and the same concept.







Abstract:

In modern physics, the fundamental laws of nature are expressed in continuous systems of partial differential equations. Yet the words and concepts that people use in talking and reasoning about cause and effect are expressed in discrete terms that have no direct relationship to the theories of physics. As a result, there is a sharp break between the way that physicists characterize the world and the way that people usually talk about it. Yet all concepts and theories of causality, even those of modern physics, are only approximations to the still incompletely known principles of causation that govern the universe. For certain applications, the theories proposed by philosophers, physicists, and engineers may be useful approximations. Even "commonsense" theories that have never been formalized can be adequate guides for people to carry on their daily lives. To accommodate the full range of possible theories, whether formal or informal, scientific or rule of thumb, this paper proposes a continuum of law-governed processes, which bridge the gap between a totally random chaos and a totally predictable determinism. Various theories of causality can be interpreted according to the kinds of laws they assume and the tightness of the constraints they impose.




Contents:




1. Thinking and Reasoning about Causality




2. Continuous Processes
3. Discrete Processes
4. Procedures and Process Types
5. Reasoning about Causality
6. Lattice of Theories
7. Efficient Cause, Final Cause, and Chance
References








(Si te interesó este abstract y necesitas seguir leyendo...dale al link ahora mismo!)


martes, junio 09, 2009

La biblioteca de Babel

La biblioteca, Maria Elena Vieira da Silva

La Biblioteca de Babel

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.

El primero: La Biblioteca existe ab alterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.

El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice «Oh tiempo tus pirámides». Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)

Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.

Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.

Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.

También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.

A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.

Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.

También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! - lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.

Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.

FIN



Jorge Luis Borges

Lissue lumineuse, Maria Elena Vieira da Silva

Borges, los dones y los laberintos



El laberinto

Zeus no podría desatar las redes
de piedra que me cercan. He olvidado
los hombres que antes fui; sigo el odiado
camino de monótonas paredesque es mi destino.
Rectas galeríasque se curvan en círculos secretos
al cabo de los años. Parapetos
que ha agrietado la usura de los días.
En el pálido polvo he descifrado
rastros que temo. El aire me ha traído
en las cóncavas tardes un bramido
o el eco de un bramido desolado.
Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte
es fatigar las largas soledades
que tejen y destejen este Hades
y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.
Nos buscamos los dos. Ojalá fuera
éste el último día de la espera.

Jorge Luis Borges


El poema de los dones

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.
Jorge Luis Borges

Cómo crear un laberinto

Bonitas canciones




Estas son unas de las canciones más preciosas que descubrí en los últimos tiempos...

Ai, Dolors

Ai, Dolors, porta’m al ball,
avui que ve tothom, avui és quan hi hem d’anar.
Ai, Dolors, vindré cap al tard
amb un cop de cotxe i t’esperaré a baix.
I, Dolors, avui entre els caps no hi haurà mirades de complicitat
ni, Dolors, cap dit despistat que fregui una esquena per casualitat.
Avui, Dolors, jo picaré un ritme amb les mans
mentre tu treus els tiquets de l’enèsim combinat.
Avui, Dolors, proposa un tema al cantant,
un que es rigui de tu i de mi i d’aquesta història que s’ha anat acabant.

Va, Dolors, que avui serem dos nens grans,
res de tonteries, res de ser especials.
Un-dos-tres, un-dos-tres cha-cha-chà,
taló-punta, taló-punta, i torna a començar.
I, Dolors, ningú esperarà cap escena dolça davant cap portal,
ni, Dolors, cap gran veritat serà revelada quan es faci clar.
Avui, Dolors, mourem el cos al compàs
d’un tambor accelerat, d’una gran línia de baix.
Avui, Dolors, proposa un tema al cantant,
un que es rigui de tu i de mi i d’aquesta història que ja no és important.

Un que ens defineixi en tres acords,
un que ens expliqui a la posteritat,
un que conscientment sigui un punt i final,
Dolors, un que sembli impossible que pugui acabar.
Manel



Corrandes de la parella estable

Ens vam conèixer un dimecres fent cua al Cine Arcadín
i ens ha costat Dèu i ajuda arribar fins aquí
Li vaig oferir un caramelo un vespre de Sant Medir
i ens ha costat....
Una amiga molt amiga venia massa sovint
i ens ha costat...
"Vols venir" vaig preguntar-li a conèixer els meus padrins
ens ha costat...
I ara, ella, porta els nens al cole i jo faig els plats de la nit
ens ha costat....
Jo alimento els periquitos, ella rega el jardí,
i ens ha costat...
Jo sempre compro mantxego maqlgrat ella és més de brie,
i ens ha costat...
Jo sóc un fan de l'Astèrix i ella té tots els Tintins
ens ha costat...
Prefereixo que no parli del seu nòvio de París
que ens ha costat...
Jo sóc de ballar la Konga ella és decanta més pel Twist
ens ha costat...
Jo dic ets un ron amb cola ella vol carta de vins
i ens ha costat...
Ella em mira____________ jo sóc més de Jaques Tati
ens ha costat...
Jo ja sé 2 o 3 coses ella ja en sab 4 o 5
i ens ha costat...
Ella no deixa que em rasqui quan em piquen els mosquits
ens ha costat...
Ella és reina de ses festes jo sóc un home avorrit
i ens ha costat....
Jo la miro i m'espanto no fos que escansés de mi
ens ha costat....
Manel


lunes, junio 08, 2009

Living on the edge...dream on!




A pesar de andar siempre al borde del abismo...
¡sigo soñando!







Dream on

Everytime that I look in the mirror
All these lines on my face gettin clearer
The past is gone
It went by like dust to dawn
Isnt that the way
Everybodys got their dues in life to pay

I know what nobody knows
Where it comes and where it goes
I know its everybodys sin
You got to lose to know how to win

Half my life is in books written pages
Live and learn from fools and from sages
You know its true
All the things come back to you

Sing with me, sing for the years
Sing for the laughter, sing for the tears
Sing with me, if its just for today
Maybe tomorrow the good lord will take you away
(x2)

Dream on, dream on
Dream yourself a dream come true
Dream on, dream on
Dream until your dream come true
Dream on, dream on, dream on...

Sing with me, sing for the years
Sing for the laughter and sing for the tears
Sing with me, if its just for today
Maybe tomorrow the good lord will take you away


Aerosmith






Living on the edge

There's somethin' wrong with the world today
I don't know what it is
Something's wrong with our eyes

We're seeing things in a different way
And God knows it ain't His
It sure ain't no surprise

We're livin' on the edge
We're livin' on the edge
We're livin' on the edge
We're livin' on the edge

There's somethin' wrong with the world today
The light bulb's gettin' dim
There's meltdown in the sky

If you can judge a wise man
By the color of his skin
Then mister you're a better man that I

We're livin' on the edge
You can't help yourself from fallin'
Livin' on the edge
You can't help yourself at all
Livin' on the edge
You can't stop yourself from fallin'
Livin' on the edge

Tell me what you think about your sit-u-a-tion
Complication - aggravation
Is getting to you

If chicken little tells you that the sky is fallin'
Even if it wasn't would you still come crawlin'
Back again?
I bet you would my friend
Again & again & again & again & again

(solo)

Tell me what you think about your sit-u-a-tion
Complication - aggravation
Is getting to you

If chicken little tells you that the sky is fallin'
Even if it was would would you still come crawlin'
Back again?
I bet you would my friend
Again & again & again & again

There's something right with the world today
And everybody knows it's wrong
But we can tell 'em no or we could let it go
But I would rather be a hanging on

Livin' On the Edge
You can't help yourself from fallin'
Livin' On the Edge
You can't help yourself at all
Livin' On the Edge
You can't stop yourself from fallin'
Livin' On the Edge
Livin' On the Edge
Livin' On the Edge
Livin' On the Edge
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah, yeah, yeah

Livin' On the Edge
You can't help yourself from fallin'
Livin' On the Edge
You can't help yourself at all
Livin' on the edge
You can't stop yourself from fallin'
Livin' on the edge
Livin' on the edge
You can't help yourself
You can't help yourself
Livin' On the Edge
You can't help yourself at all
Livin' On the Edge
You can't help yourself
You can't help yourself
Livin' On the Edge
You can't help yourself
You can't help yourself
Livin' On the Edge
You can't help yourself from fallin'
Livin' On the Edge
Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah, yeah
Yeah, you got to that now


Aerosmith


viernes, junio 05, 2009

Canto de la añoranza


Cant de l' enyor


Ni que només fos
per veure’t la claror dels ulls mirant el mar.
Ni que només fos
per sentir el frec d’una presència.
Ni que només fos
poder-nos dir un altre adéu serenament.

Ni que només fos
pel suau lliscar d’un temps perdut al teu costat.
Ni que només fos
recórrer junts el bell jardí del teu passat.
Ni que només fos
perquè sentissis com t’enyoro.
Ni que només fos
per riure junts la mort.

Ni que només fos
poder-nos dir un altre adéu serenament.
Ni que només fos
perquè sentissis com t’enyoro.
Ni que només fos
per riure junts la mort.
Lluís Llach