(Explosión de los pies a la cabeza)
En oleadas vuelve la vida
En un vaivén súbito que se resuelve
Entre temblores y carne por descubrir.
¿Atraparé ese misterio?
¿Ocuparé mi cuerpo de una vez por todas?
¿Resistiré las embestidas de la inconsciencia y del gris?
¿Ocuparé mi espacio con todo aquello que tenga sentido?
¿Renegaré del desconocido que habitaba en mí?
¿Conciliaré mi presencia con todas las ausencias y agujeros?
¿Condensaré en mi danza del azar mi esencia?
¿Sentiré?
Algún día sentiré.
Canales de existencia que se abren
como diques desbocados en tormenta.
Atrás queda la extenuación,
la insoportable carga de este ser.
Cada piedra que cae de mi bolsillo
Me concede un poco más de altura
Y me aleja
y me adentra
en un río sin agua.
Nadando entre lo intangible encuentro
Ecos de viejos latigazos y otras lacras.
Tiro del hilo,
caigo al suelo
Y el laberinto se desvanece.
No son paredes esas paredes
no es el centro ese vacío
no es al guardián a quién temo
-es a mí y a mi sombra-
Es imposible perderse cuando no existen muros
es imposible salir si no hay entradas
es imposible palpar con la mano el camino
si no existe muro, ni entrada
ni mano ni camino ni palpar ni palpador .
El misterio resuelto,
(No me haces falta, Ariadna)
Sólo necesito poner un pie delante del otro
Y no pensar
Y no pensar.
Esta secreta danza nocturna que me zarandea
Esta explosión primordial,
este nacer
Este sentir que siento, simplemente.
Este saber que soy algo más que un cuerpo sordo
o un fuego tosco
o un punto tonto entre las galaxias.
Este retorno a algo sagrado e innombrable
A la columna vertebral del universo
A algo central, a algo sin centro.
Este sentir,
este no sentir.
Este sentir,
Este no sentir...
Laia Blanch